Julián Rodríguez
Apuntes para el retorno, 1993 Rueda 34 x 25 cm. Lápiz y conté sobre papel |
Flor de un solo día es el título de uno de los primeros cuadros "de flores" de Piet Mondrian. En ese lienzo están reunidos la figura del hishiri y del yong: la flor que ha de morir la misma noche de su nacimiento, pero que al fin se conserva para nosotros por voluntad del artista.
Apuntes para el retorno, 1993 Las dos sierpes 25 x 34 cm |
La llave de los días es el título de un poema de Javier Alcaíns -un poema de celebración- recogido en Jardín de enero, un libro que reúne cinco aguafuertes de Hilario Bravo y otros tantos poemas de Alcaíns. En ese libro aparece uno de los temas claves de la obra del grabador: el jardín, y su floración (recordemos la de los Sueños de Kurosawa) como paisaje del placer y de la vida, y también como metáfora de su fragilidad. Es lo que Rossario Assunto llamaba en su Ontología del Jardín "lugar donde la vida amanece y se consume cerrada en sí misma". El huerto cerrado que canta Tasso en Gerusalem é liberata.
Pero, ¿qué hay del dolor de la propia vida, de la desolación, del paso silente de sombras que la entristecen y le dan sabor amargo a los días? A ese dolor responden otros trabajos del artista; y es revelador que generalmente sea su pintura -la serie de cenizas especialmente- la que transite ese camino más sembrado de obstáculos (los problemas del lenguaje, la soledad, el fuego y la búsqueda prometeica, la religión, los mitos y su reverso, la muerte); por el contrarío, sus series de obra gráfica están del lado de lo gozoso (El Cantar de los cantares, Las Cuatro Estaciones), de lo erótico incluso (En todos los objetos encuentro tu sexo), y sus series de dibujos o de collages -si tenemos en cuenta que Apuntes para el retorno, que ha sido concebida como un homenaje al cuaderno irlandés de Beuys, de una parte, y de otra, a autores como Böcklin, Malevitch, etc, también está constituido por bocetos, apuntes, que dieron pie a obras en gran formato sobre tela o madera- se sirven del viaje físico (Cuadernos de viaje, Bocetos africanos) o mental (Visiones de un chamán) como herramienta útil en la búsqueda de un personal "fuera del mundo"; como si el artista le preguntara a su alma dónde estar, dónde situarse, dónde hallar un lugar propicio.
"Sin la figura desnuda las artes del dibujo no existirían", escribió Gautier. Y la carne simbolizó también el espanto de la guerra, el paso del tiempo sin bondades, para muchos de los pintores y grabadores expresionistas, que hicieron -lo recuerda Whitford en su Historia del expresionismo- de esta frase uno de sus lemas. Los expresionistas buscaban en el rostro humano o en el cuerpo desnudo una "nueva realidad transfigurada" (Kasimir Edschmid); una realidad que no era la vulgar de los objetos o de los hombres comunes, sino lo que había más allá, detrás de la máscara, la que sólo podía contemplarse con "el ojo de Dios", como escribió Peter Scher a propósito de Kokoschka: vislumbrar, hacer visible lo invisible (KIee)(2). La obscenidad de los cuerpos (prostitutas, niños, ancianos y mendigos que parecen poblar el rothiano Hotel Savoy) se convirtió en una imagen efectiva para la denuncia del mundo en crisis que produjo en Europa la Gran Guerra.
Los artistas de Der Blauer Reiter o de Die Brücke hacen del expresionismo no sólo una corriente más, sino una forma de vida ("Expressionismus, das ist eme Weltanschauung!"), vuelta hacia el Gótico -hacia su esquematismo-, hacia los maestros de la tradición germana (Cranach, Grúnewald)(3). Así, el poeta Gottfried Benn escribe "La confesión de un expresionista" y Nolde, Franc Marc y Kandinsky -especialmente estos dos últimos- ahondan en sus creencias religiosas y en el esoterismo, algo que Eckart von Sydow llamó ya en 1918 "la lección de lo atávico" y el mismo Marc "construcción mística hacia el interior".
Pero en las figuras desnudas de Hilario Bravo, más que en sus Mujeres atravesadas -una serie que remite a la etapa más cercana a la abstracción del pintor-, entrevemos también la otra gran tradición de la pintura. del natural: la de Ingres, la de Gaugin, la de Matisse, la de Picasso. ¿La de la hedoné? Figuras amables en muchos casos, sátiros, escenas amatorias que tampoco ocultan la influencia de la pintura oriental. Al Picasso, gigantesco, de la Suite Vollard responden muchos de los dibujos de la serie Cuadernos de viaje, que serán preludios de una etapa que pretenderá dejar atrás el lastre de la representación, limpiando los fondos y concentrándose en la línea y en un concepto desde el que abordar ahora la propia obra, aunque siempre coqueteará con la figuración.
En Visiones de un chamán se sintetiza todo el trabajo anterior de Hilario Bravo -que comienza su trayectoria artística a mediados de los setenta- junto al impacto de la obra, cada vez más relevante en la escena artística internacional, de Joseph Beuys, algunos de cuyos signos entroncan con el Tàpies de los sesenta y con algunos povera. Ambos aparecen reflejados en las series de cráneos, de cruces, de animales... El color va reduciéndose a sombra, las imágenes se simplifican; parece importar más el gesto que los viejos protagonistas, habitantes de los museos de Europa, de su gabinete de estampas.
Al momento de Visiones de un chamán -momento ampliado, si se quiere, a Bocetos africanos- corresponde un texto clarividente del propio artista: "Magia, sensibilidad". Se habla en él del papel del brujo: mostrar la herida y, si es posible, sanarla. De ahí, la importancia que cobran los autorretratos el papel demiúrgico del creador-, el soporte -papeles fabricados con fibras naturales, artesanalmente-, incluso la superposición de imágenes de lo cotidiano -tickets, recortes de revistas, imágenes de consumo, convertidas en collages que coexisten en esa época con trabajos similares en artistas de toda Europa, herederos todos del Beuys último y de la lección de Fluxus.
Diez años después, sin embargo, el trabajo de Hilario Bravo ha ido revisitando de nuevo sus antiguos temas y es importante destacar que ha sido el propio artista, y no sus críticos, el primero en destacar la nueva importancia de la figura en su obra última, tanto sobre tela como sobre papel (Salomés, Españolas, Dánaes, Ofelias...), en un conciso avant propos(4) de su colección de dibujos Libro de Sirenas, donde el color más vivo retorna después de grises y blancos. El color que estallaba en las postales de Praga y Budapest. Banderas y manifestaciones.
La llave de los días.
Las flores cuyos tallos se corrompen en el agua verde. Tiempo que se desgasta. El día que es símbolo. Las palabras de Yves Bonnefoy en L'Improbable:
"El lugar verdadero es fragmento de duración consumido por lo eterno; en el lugar verdadero, el tiempo se deshace en nosotros. Puedo escribir también, lo sé, que no existe, que no es más que el espejismo, sobre el horizonte temporal, de las horas de nuestra muerte –pero ¿tiene ahora todavía algún sentido la palabra realidad, y puede apartarnos del compromiso contraído con el objeto de memoria, que es búsqueda perpetua?-. Pienso que nada es más verdadero y, por tanto, más razonable que la errancia, pues -¿necesito decirlo?- no hay método para regresar al lugar verdadero. Se halla, quizá, infinitamente cerca. Está, también, infinitamente alejado... Para el que busca, incluso si sabe que ningún camino le guía, el mundo en torno será una morada de signos".
Palabras que hablan de la presencia y de la ausencia, de las pequeñas cosas que van sembrando el día como semillas que se esconden bajo la tierra y que al fin germinarán tal vez en flores de un solo día, magia cotidiana, o memoria suave.
Catálogo Complejo Cultural Sta. María de Plasencia, marzo de 1995 y Urogallo, mayo de 1995
1. "Quien no conoce los días está condenado a padecerlos. Hay un modo de habérselas con el tiempo que consiste en llevar su estricta cuenta; en distinguir el día de la noche; el hoy del ayer; en contar sus nudos, como esos relojes de fuego chinos cuyas mechas arden lentamente, pero a saltos..." Ángel González García.
2. La realidad ha de ser creada por nosotros. Hay que arrancar al objeto su verdadero significado". Oscar Kokoschka.
3. El taller que dirigió H.B. en la Galería Nacional de Praga en 1994 se llamó VISIONES DE UN CHAMÁN. DE LUCAS CRANACH A JOSEPH BEUYS.
4. "Libro de dudas. Libro de sirenas.
Libro que busca por igual una intención de reencuentro con la figura y el color como redención de los laberínticos pasillos en los que la mente ha paseado estos últimos diez años
También es libro de confusión. Libro de sirenas.
Perdido en los oscuros, sugerentes fondos del mar, o más bien de la búsqueda, aletea el autor casi sin hallar oxígeno que rellene sus pulmones". (1994)
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