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viernes, 25 de febrero de 2011

2011 PIZARRAS DE DICCIÓN

  
Muse. 2002
Acrílico y carboncillo sobre tela, 146 x 114 cm





















SUGERIR…

Miguel Cereceda

    
     Hilario Bravo es un pintor excelso. Su pintura ha sabido desarrollar la fuerza, la belleza y la melancolía de la tradición plástica, por un lado, eminentemente literaria, por otro. Como pintor invoca toda la fuerza emocional de la pintura que, heredera de la abstracción pospictórica, ha terminado siendo bautizada como abstracción lírica. Bravo podría mencionar sin rubor como a uno de sus maestros a Cy Twombly. Al igual que él, trabaja con el texto sobre el lienzo y conjuga con la misma asombrosa libertad la armónica disposición de los colores, la profundidad sombría de sus temas y la perversa relación con los textos y los nombres.
     En su más reciente iconografía retornan algunos de los signos religiosos que proclaman, a veces en contrahecha disposición, la santidad y la dignidad de sus cuadros. Así como en su serie Liturgia, de 1997, aparecía la forma de la cruz –conmemorando el hondo sentimiento religioso de sus obras que lo religan, no solamente con un dios cristiano, sino sobre todo con la delicada intensidad contemplativa de esos pequeños espacios de serenidad que son las iglesias— que lo vinculan con la pintura de autores como Tàpies o Joseph Beuys. Pero, lejos de la austeridad ascética de éstos, la obra reciente de Hilario Bravo se ha enriquecido, acaso gracias a la comparecencia de Matisse, con un maravilloso y gratificante colorido. De evocar y sugerir con la pintura es, en último término, de lo que se trata, como si la cosa fuese mirada a los ojos mediante la palabra.

ABC Cultural, nº 616 de 15 de Noviembre de 2003




Carta a una ninfa, III. 2004
Acrílico y carboncillo sobre tela. 81 x 18 cm




















 

SEMÁNTICA CAUTIVA

Marcos-Ricardo Barnatán


     ...Enmarcada dentro de una pintura espiritual, de vena romántica en su actitud ante el mundo de lo natural, su producción parece emprender ahora un camino nuevo en el que, sin abandonar su simbología –cruces que pueden ser también rayuelas o extraños desplegables—, incorpora destellos de color que matizan la siempre envolvente austeridad franciscana de sus composiciones.
     La perplejidad del artista ante la realidad circundante, y ante el propio lenguaje que debería nombrarla, se manifiesta en esas constantes grafías primitivas, casi infantiles, dibujadas letras que no siempre llegan a formar palabra, pero que insinúan significados ocultos: esa semántica cautiva a la que Hilario Bravo nos hace ahora explícita referencia. Pintura de la meditación, invita a una contemplación activa en la que el espectador se siente parte integrante de un espacio cuyas dimensiones no terminan en los límites del lienzo.

Metrópolis, nº 702 del 7 de Noviembre de 2003



Principio de escritura. 2004
Acrílico y carboncillo sobre tela. 162 x 130 cm




















 

HILARIO BRAVO: LA PINTURA COMO REFLEXIÓN

Israel de Bruno


Asegura José Manuel Ciria, también pintor y sin embargo amigo, que "si la obra de Hilario Bravo viene marcada por una permanente búsqueda de la belleza y de lirismo, la más reciente debe entenderse como una expresión de profundidad espiritual, de sufrimiento metafísico, de existencia torturada y de grito". Y es que para este artista extremeño afincado en Madrid, la pintura ha sido siempre "un instrumento del pensamiento. Una herramienta que sirve para comprender"

Más que cuadros –dice Bravo—lo que desarrollo son reflexiones sobre los temas que en cada momento me preocupan, una especie de pizarras del pensamiento donde con símbolos y colores se plantean dudas y preguntas..." No es casualidad, por tanto, que su obra esté marcada por una fuerte vena reflexiva pero con un sesgo que Bravo califica de "calma, lujo y voluptuosidad, como en el verso de Baudelaire.  Vivo un momento –añade—en el que capto que la pintura, ese elemento tan caprichoso y escurridizo, comienza a interesarse por uno y hasta se vuelve dúctil y amable".

UN COMPROMISO ÉTICO
Quizá la principal característica de la obra de Hilario Bravo es la proximidad con la que se muestra. No hay artificio alguno, ni nada está forzado. Es una pintura que retrata perfectamente a su autor. Es sobria y luminosa. Expresiva y plural. Libre y evocadora como "el estupor que sientes cuando ves por primera vez las cosas y que te guía hacia la introspección. Ése, creo, que es el momento en que nace una vocación a la que cada cual da una respuesta, en mi caso artística".
Para Hilario Bravo la pintura, pues, es una forma de ver, de pensar y de conocer, "algo –añade— que compromete con lo que de aprovechable tiene el género humano, una forma de ética y de moral aplicable y, por tanto, tremendamente necesaria en el mundo en que vivimos". Ese concepto de arte es que le apartó, en su momento de los circuitos habituales de aprendizaje para buscar la formación que necesitaba "en un grupo de amigos, todos más mayores en edad y en experiencia profesional que yo. Ellos supieron dirigir mis inquietudes y aprendí más en bares y en museos que en las facultades"
Hilario Bravo está convencido que "el conocimiento del arte es un continuun sin final y cuando crees haber llegado al final de una etapa, surge otra nueva. A mi –añade—me han interesado siempre aquellos maestros en los que es más patente su inclinación al sentimiento antropológico de la vida, como Giotto, Rubens, Goya, Beuys..." Si se buscan influencias en su obra, en su trayectoria artística, el pintor reconoce que "partiendo de una actitud dadá y surrealista –muy de adolescente—inmediatamente me sumergí en un talante expresionista. Todos ellos son movimientos muy románticos, una vez despojados de la ñoñería con que se suele revestir a esta corriente artística".

UN ESPACIO DONDE REFLEXIONAR
El signo, el símbolo, la escritura y la luz, son las principales obsesiones de este artista que las reconoce como elementos indispensables para "una narración del fugaz presente y para transmitir una mayor fe en el género humano". En el caso de la luz, Bravo asegura que tanto "la física como la interior fueron mi principal preocupación en la serie de exposiciones que llamé Opvs Lvcis y que se mostraron en lugares de culto –iglesia visigótica de Santa Lucía del Trampal, sacristía del monasterio de Yuste, etc—que tanto aprendí a valorar en Roma".
Sobre esos cuatro elementos Bravo ha levantado una obra en la que está permanentemente presente su lema de que "el arte es un lugar propio para el pensamiento". Y así, "ese pensamiento se deja guiar por las sensaciones y los sentimientos que esas impresiones dejan en nosotros. Mis primeros recuerdos se remontan a esa edad en la que a los niños se les quedan grabadas las primeras huellas en cada uno de los sentidos. Recuerdo el olor de la sangre en las matanzas de los pueblos, la primera vez que vi el arco iris, la caída de agua sobre agua en las charcas con las lluvias de primavera, el tacto de los canchales revestidos de líquenes..."
Todo un mundo de sensaciones que aún hoy permanecen intactas y que se trasladan a la obra de Hilario Bravo con un lenguaje propio de signos, símbolos y colores que le definen como uno de los artistas más interesantes del panorama actual. Sus últimas grandes muestras –Puertas del sueño, Museo de Cáceres; Suite Escocia, Lisboa; Las cuentas de Caronte, Círculo de Bellas Artes de Madrid y Museo Español e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC)—han supuesto la consolidación de un artista que figura en la nómina de adquisiciones obligadas a precios razonables y con más que justificadas perspectivas de revalorización.

Subastas Siglo XXI, nº 544 Octubre de 2004



Sueño del lago. 2004
Acrílico, carboncillo y collage sobre tela. 162 x 130 cm