Esta serie la compone una treintena de dibujos sobre papel –en su mayoría aguadas de tinta, aunque también dibujos realizados con arena de diferentes colores— que Hilario Bravo comenzó en 1987.
Una docena de ellos se vieron publicados en la colección La Centena, divulgada por la Editora Regional de Extremadura con el número 22 de la vigésimo segunda entrega, en Julio de 1992.
La colección estaba dirigida por Antonio Gómez y asesorada por Ángel Campos Pámpano, Antonio Franco Domínguez y José María Ródenas Pallarés.
La colección estaba dirigida por Antonio Gómez y asesorada por Ángel Campos Pámpano, Antonio Franco Domínguez y José María Ródenas Pallarés.
DICCIONARIO DE SÍMBOLOS
Juan – Eduardo Cirlot
Una de las fuentes principales del material simbólico. Desde la Antigüedad se les prestó gran atención, distinguiéndose entre sueños ordinarios y extraordinarios (por la persona soñante, el valor de las imágenes oníricas y por las circunstancias del sueño). Se creyó en la existencia de sueños premonitorios, en una verdadera adivinación por medio del sueño, sea de hechos generales y lejanos, o de hechos concretos e inmediatos. Los mejores ejemplos están en la Biblia: son los sueños de José (Gen 37, 5-11). El interés por los sueños ha llevado a codificar repertorios de significados, en «diccionarios de los sueños» de escaso o nulo valor místico y científico, aunque pueden contener datos verdaderos por tradición o información. Desde Freud, la interpretación simbólica de sueños ha constituido una de las vías mayores del psicoanálisis (de series de sueños mejor que de sueños aislados aun importantes). Por su concreto simbolismo, relacionado con un tema esencial en la tradición, como el de la escalera, vamos a transcribir el sueño que tuvo una mártir poco antes de ser puesta ante la prueba suprema, siendo frecuente que los cristianos presos por su religión tuvieran sueños netamente simbólicos o premonitorios: «Rogué, en efecto, y he aquí lo que me fue mostrado: una escalera de oro, de gran altura, subía, hasta el cielo, escalera estrecha que se podía subir sólo uno a uno; a cada lado de ella había todo género de objetos de acero: espadas, lanzas, garfios, cuchillos... Bajo la escalera estaba un gran dragón dispuesto a acometer a quienes quisieran subir...» (Diario de santa Perpetua, documento del año 203).
Siempre entusiasmado por la antropología y las religiones, Hilario Bravo se dedica en los años 80 y 90 al estudio de autores como Mircea Eliade, Margaret Mead, J. G. Frazer, Robert Graves, etc. de quienes toma el concepto de magia simpática para aplicarlo al arte.
Es así como surge esta serie de dibujos en los que, a partir del desasosiego existencial del Hombre, el artista bucea en las angustias y las pesadillas del ser humano.
Personajes con vocación de brujos que sujetan entre sus manos objetos que actúan como símbolos del inconsciente, animales que se agitan aullando en la noche, presencias con forma de animal que asedian el corazón y las mentes de las personas son quienes conforman este bestiario de la zozobra.
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