Mis visitas

sábado, 17 de marzo de 2012

HILARIO BRAVO EN TRES JORNADAS Y UNA VIGILIA

Julián Rodríguez

Cuadernos de viaje.
1983
Leopoldplatz, Berlín
Primera Jornada

Mañana clara. Y el autobús que asciende renqueante el puerto de Béjar por la carretera abierta entre bancales sembrados de cas­taños, de tilos, de olmos. Un viejo y un niño amontonan el heno junto a una larga estaca clavada en la tierra. Un burro pasta junto a la tapia de los huertos.
Recibí la otra mañana el en­cargo de escribir unas pocas lí­neas sobre Hilario Bravo y decidí dejarlas para este viaje a Zamora; pero el libro de Pía que traía entre manos –tan a propósito para mi viaje en autobús— y el color casi otoñal de los campos que vamos cruzando me seducían dema­siado. El cuaderno, cerrado.






Cuadernos de viaje.1984
Concierto de voces
en la iglesia Matyas,
Budapest
Segunda Jornada
La mañana es también clara, pero en esta ciudad castellana el frío ha venido a visitar los par­ques y el paseo de los chopos junto al río. En los merenderos, ahora casi vacíos, algunos niños juegan ajenos a la vuelta a las es­cuelas; parecen gitanillos de los cuadros de Solana. Unos pes­cadores tiran sus cañas más arriba, en busca de peces enfan­gados, entre los juncales. El cua­derno, en el bolsillo, espera que las palabras fluyan, que la tinta lo alumbre. Dejo pasar las horas y que la luz del mediodía inunde la catedral, al otro lado, y la dore.








Cuadernos de viaje.
1983
Pequeño amor berlinés
Tercera Jornada

Al fin he encontrado una frase larga, casi sin pausas, y de ella he ido tirando como de un largo hilo que se desmadeja:      
Si no fuera pecado diría que Hilario Bravo, como la Santísima Trinidad, es uno y trino.
A Hilario lo conocí hace ya bastantes años, cuando yo era demasiado joven y él demasiado desconocido. Entonces, supe del artista que, viajero del mundo y perdido y confuso, volvía a la patria de sus mayores en busca quizá de la memoria de la in­fancia o de una nueva Arcadia. Era curioso aquel regreso, poco amigo él "de la provincia"; era el regreso de un exiliado en todas partes, alguien que aún no había encontrado su lugar en la tierra (él, que es creador de aquello que Mondrian hablando de Klee llamaba  "pequeños  mundos"). Aquel HB, grafista, diseñador ad hoc, artista multimedia, buscavidas, desesperanzado y esperanzado a la vez, fue el primer Hilario Bravo que conocí. Pasaron algunos años y fue haciéndose público este personaje HB. Se convirtió en pasto de las galeradas de la pren­sa regional y en habitual de la radio y la televisión.
El personaje –el "artista ca­cereño" Hilario Bravo—, ahora con corbata y traje de chaqueta, fue alcanzando el reconocimiento de sus conciudadanos y el res­peto de los círculos artísticos de la región –¡qué horroroso sin­tagma!—. HB, "el advenedizo" para muchos, era ya Hilario Bravo... Un comentadísimo cartel de carnavales, varios y sustan­ciosos premios de por aquí, su participación –tan cacareada por los incondicionales al uso— en ARCO, etcétera, le dieron el em­pujón definitivo para ascender en poco tiempo casi todos los pues­tos del escalafón de las artes en Extremadura. Curiosa paradoja.
He presentado dos HB, o dos Hilario Bravo, como prefieran. El tercer Hilario, Hilario a secas, es mi amigo. Mi amigo, y mi enemigo encarnizado en el mus, del que me hizo devoto. Este Hilario -el que yo prefiero- es padre y esposo, habita una coqueta casita del Cáceres viejo y ama la buena vida y la música con sentimiento. Al cine dice que no acude desde hace años, porque ya nada puede ser como fue; visita de vez en cuando los museos de Madrid y las costas del Cantábrico, el mar que ama con más intensidad. Con aire Van Dyck ha ido imponiendo su propio retrato en todas las "manifestaciones culturales" de esta ciudad, siempre con un mucho de ironía y su particular savoir faire. Aficionado a las mu­eres, al vino y al disfrute, este Hilario Bravo, Hilario a secas, es todo un español que, en ocasio­nes y para goce de sus amigos, ejerce de vasco. Dice de sí mismo que a veces le toca ser "fenicio", lo que es lo mismo que decir que, como casi todos, tiene que hacer negocio de su trabajo. En el fondo, bien lo sé, quisiera haber nacido conde y rico.

Cuadernos de viaje.
Vista de Praga, 2 de Mayo 1984

Y una vigilia

Sale una estampa. Cartas an­tiguas. Uno no puede conciliar el sueño en medio de la fiebre. Aprovecho para acercarme al cuaderno y trazar la última nota:
Al  contrario  que  muchos –antes no hablé de "su pin­tura"— yo prefiero al Hilario Bravo de lo menor. Para mi al­gunos de sus cuadros, que le han dado fama y algo de dinero, no son más que prolongaciones, a veces reiteraciones de una misma idea y en series demasiado ex­tensas, de lo que yo considero su verdadero y mejor trabajo, casi siempre sobre papel. Así, pe­queñas joyas son sus CUA­DERNOS DE VIAJE que ex­puso en la Galería Nacional de Praga en el 94, sus grabados –casi todos—, sus dibujos de VISIONES DE UN CHAMÁN –expuestos en la Biblioteca Pú­blica de Cáceres en el 88—, su HOMENAJE A  MALEVITCH –en la Facultad de Filosofía y Letras en 1994, su JARDÍN DE ENERO con el poeta Javier Al­caíns, libro breve y de rara be­lleza—... Ya ven, las perlas más pequeñas, pero las de más alto brillo. Y no quería acabar sin decir, sin descubrir, que sus ami­gos, y los que hemos sido realmente críticos con él, hemos asistido al fin al nacimiento de los mejores cuadros de su autor: los últimos; unos pocos y una serie, JARDINES DEL MUNDO, que muestran, para mi contento, que el mejor Hilario Bravo –a pesar de quienes tanto alabaron lo que para mí resultaba "campo de pruebas"— estaba por llegar. Brindo por ello.


Revista Qazris, nº 3. Cáceres, enero de 1995

No hay comentarios:

Publicar un comentario