HILARIO BRAVO / ASPIRACIÓN A LO ABSOLUTO
José Marín-Medina
Home, 2002 116 x 114 cm |
A veces olvidamos que la formulación del arte moderno, desde sus orígenes a finales del XIX hasta las actuales poéticas posmodernistas, no sólo se manifiesta en la indagación de unas formas nuevas –es decir, en una realidad plástica "distinta"—, sino también en la busca de un nuevo tema –un contenido que signifique algo por sí mismo— y de unos nuevos principios de síntesis. Ante la pintura de Hilario Bravo esta triple búsqueda –formal, temática y de lenguaje— resulta determinante, ya que, desde el principio, combina en una misma acción la realidad de sus motivos –predomi nantemente, simbólicos— con la realidad de su medio –la pintura— y con una síntesis de estilo muy personal, que liga ritmos de dibujo muy marcados (generalmente, sencillos, escuetos; algunas veces, insistidos y sobrepuestos, casi como en un palimpsesto; y, en ocasiones más recientes, un punto abarrocados, con marcado gusto por lo ornamental) sobre espacios de color marcadamente planos y despojados, espacios sometidos progresivamente a un criterio de clara estabulación geométrica.
Sobre ese concepto sólido de pintura "de modernidad", la predilección personal del artista se manifiesta en una voluntad de síntesis de la forma y del color que, derivando desde la observación de elementos preferentemente de la naturaleza -soles, fuego, nubes, lluvia, ríos, brazos y cabezas humanas, sexos femeninos, semillas, flores, palmas, árboles, plumas... (sin excluir, por ello, elementos sígnicos de la esfera religiosa y cultural, como aras, cálices, cruces, escalas, cifras, letrismos, signos de infinito, círculos, ábacos, dameros...), procede hacia un sintetismo radical del motivo, hasta lograr infundir la primacía del acto creador sobre cualquier propósito de mantener en el cuadro la representación o descripción visual del "objeto". Ello implica una actitud experimental, que traduce la realidad en idea, y que transforma las ideas en experiencias emocionales, o sea, en sentimientos de intensa y mística religiosidad, los cuales cobran expresión sensible en la pintura.
Muse, 2002 116 x 114 cm |
Una corriente marcadamente literaria, intuitiva y poética, alienta en esta práctica pictórica orientada hacia lo absoluto, reaccionando contra realismo y figurativismo en arte y contra materialismo y robotización en la vida. Se trata de una práctica, pues, descendiente directa del espíritu romántico en su acercamiento a las realidades últimas, en su vivencia hecha de intimidad y espiritualidad, en su capacidad de trascender las experiencias físicas particulares, en su vocación de revelación final, haciendo que lo común resulte extraordinario, que lo cotidiano se transforme en excepcional, que lo vulgar sea excelso y que lo caduco se constituya en infinito. Se trata asimismo de una actitud cruzada de señales magicistas, inclusive surreales: recurso a formas neumáticas, esquemas de vuelo de pájaros, evocación de escenarios de luz y de oscuridad, relación directa de lo terrenal con lo celeste, transposiciones ensoñadas de motivos y lugares de la mitología clásica... Este situarse entre romanticismo y magicismo equivale a adoptar posiciones dentro de ese eslabón que, entre ambos, fue "históricamente" –pero también "en sensibilidad"— el simbolismo.
Hilario Bravo es un solitario, un "raro" entre los artistas "de la representación", que, sin querer distinguir entre figuraciones y abstracción, busca un arte basado en la emoción, una pintura que trascienda la apariencia y que exprese la fuerza de lo interior, a través de la simplificación de las formas y de los símbolos, dentro de un sistema compositivo sintético amplio, por más que cimentado sobre criterios de geometría y de dibujo extraordinario, recurriendo además a una mantenida purificación expresiva del color. La ampliación de su vocación por el predominio del espacio sobre los demás elementos plásticos –distribución distinta del espacio, abordando los bordes del cuadro— marca, a su vez, el presente de este arte, que, en su fuerza nostálgica, siempre valora lo impremeditado, lo inmediato, inclinándose ahora hacia el vacío como valor, a pesar de la concentración de elementos que se acusa en el centro de la composición. Pero no nos engañemos: esta búsqueda del espacio lleva también implícito el profundo sentimiento religioso –de "religación" con el universo— de toda la obra de Hilario Bravo. Es un sentimiento contemplativo que le llega del mundo oriental, de los meditativos jardines de arena del budismo zen y de los principios místicos de El Zoar, según los cuales, Dios es el espacio en sí mismo.
Catálogo Galería António Prates. Lisboa, Mayo de 2003
Hope, 2002 116 x 95 cm |
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