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sábado, 10 de marzo de 2012

1994 JARDÍN DE ENERO

Jardín de enero
Caja: 32 x 22 cm.
Libro: 29,5 x 20 cm.

    Nacido de una poética idea del pintor que el aedo ilustró con sus versos.
    Las estampas, grabadas a la punta seca, se abrieron a la luz en los Talleres de la Escuela Eulogio Blasco y los poemas, en tipografía sobre papel de la Casa Guarro, de 260 gr., en los Talleres de Tomás Rodríguez.
    La edición consta de 15 ejemplares numerados, más cinco pruebas de autor.

Portadilla




















DE UNA HELADA BLANCURA



Bajo el desdén de Andrómeda ha crecido,
o bajo la custodia de sus astros,
una flor que ha bebido de la escarcha
y su cáliz ha alzado al infinito.
En un tallo delgado afirma vida
y una gota en sus pétalos destella.
El espejo del hielo su reflejo
le devuelve: imagen de blancura
indéntica a la suya y congelada.
Si el sol apareciera repetido
en el lugar que ocupa inversamente
ida tal vez pensaría su sombra.
Además del aliento de la tierra,
además del rocío la conforma
una brasa que niega fingimiento.

Como tú, como yo, como la luna,
como un perfil de tinta apasionado
será la eternidad, será la nada.



LA LLAVE DE LOS DÍAS



















Para que el viento lleve su semilla
y la siembre a lo lejos ha nacido,
para que se haga magia cotidiana,
escogido papel, mustia tristeza,
para que otra igual que ella adorne el pelo
de alguna niña dentro de mil años.

Si una mujer la encuentra y la desea,
sí en silencio la mira y con un dedo
dibuja su contorno y no la corta,
no sólo su tacto sutil y esmeralda:
su memoria también será suave.



 
EL JARDINERO CIEGO



















En la primera floración de las mimosas,
cuando el frío estremece su ramaje,
el jardinero ciego reconoce
un olor amarillo de otro tiempo.
Hacía el árbol en flor guía sus pasos,
hábil desgaja un mínimo ramo
y sonríe al llenarse de él el pecho.
No sospecha que en el fugaz instante
en el que comba el arco de sus labios
mientras respira el aire de mimosa,
el puente del olor cruza la savia
y en su blanca mirada el iris reverdece.



 
BURLA LÍRICA



















El viento de la tarde sopló el farol del sol,
restó fuerza a la luz, corrió cortinas rojas,
volvió decimonónico el aire del jardín.

Al agua de los charcos puso piel de gallina,
acurrucó a los gatos, violentó ramas secas
y con crueldad crecida desarraigó una flor.

Le arañaron los pétalos las chinas aristadas,
añoró el pie enterrado, la esbelta vertical,
la única caricia del aire más en calma.

El viento nuevamente sopló su forma frágil,
la alzó con mano fuerte que no puede tocarse
y la dejó en un charco, pálido el cáliz húmedo.

Se serenó en el agua, el tallo sumergido
sacó a la superficie, y dándose un impulso
se deslizó elegante, feliz patinadora.



NOCTURNO



















Un sueño vegetal le otorgó el mago
para exaltar las formas del deseo,
y la flor presagió bajo la luna
el zumbido imposible de una abeja.
El onírico truco a su corola
hizo sentir seis patas diminutas,
 un teatro inventó de seducciones
que resolvió con soledad de huida.
Por la corta raíz que hundía en tierra
la flor toda la tierra percibió:
rumor de cataratas y lagunas,
légamo y sal, el desierto y la selva.
Aunque nunca había visto un colibrí
uno inventó que cortejó su sueño:
su lengua muy suave acariciaba
con goloso deseo sus estambres.






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