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viernes, 16 de marzo de 2012

HILARIO BRAVO, ASCETA DE LA PINTURA

Juan José Narbón


Pesadilla, 1985
Hilario Bravo
Kakemono 140 x 160 cm
Hilario Bravo es un asceta, y además de la pintura. Habría que quedarse perplejo que, ante una época tan ecléctica y confusa. Como la nuestra, se pueda descubrir un mundo estético tan inteligente e ingenuo a la vez como el que nos muestra el artista. Los mali­ciosos podrían inducir a los es­pectadores a confusiones malin­tencionadas, argumentando falsa notoriedad provocada a través de expresiones infantiles de orden estético, pero no es así. Práctica­mente, éste es el dilema; cuando dándose por aceptado los mínimos conocimientos técnicos, más o menos académicos, el problema es resolver la veracidad artística sobre la intención infor­mativa, en este caso del pintor.
La limpieza, el impacto direc­to, la pobreza de medios (ésta sí es provocada, o mejor, intencionada), la simplicidad expositi­va, la minuciosidad, etc., son sus argumentos materiales con las que Hilario Bravo nos informa de sus ideas sobre su determinada belleza. Para mí está claro que son, indudablemente, estos me­dios su finalidad, es decir, así co­mo, por costumbre, ha sido nor­ma que los medios materiales ha­yan servido de vehículo para in­formar una determinada inten­ción o idea, en el artista, lo citado no son meros ajuares, sino la to­talización de su sentido visceral estético. Pero este juicio mío quedaría cojo o incompleto si el lector entendiese, á través de esta apreciación, que lo que quiero decir es que el pintor defiende la teoría de la pintura por la pintu­ra, no es eso; es que además, y después de su intención principal, que es la pintura, sabe rodearse, muy inteligentemente de símbolos y gestos, también sentidos que le recuerdan sus an­cestros. Este hecho simbólico entre materialidad e idea dan co­mo resultado una gran compati­bilidad plástica eminente.
Útero, 1986
Hilario Bravo
Kakemono 137 x 88 cm
Independientemente de lo expresado conviene mencionar otros atributos como es la fabri­cación, por él mismo, del papel utilizado y empleado como soporte; transformado en idea co­mo relación experimental entre la materia y la intención. Esto es ya una actitud reflexiva ante las grandes posibilidades que nos ofrecen los acontecimientos sen­cillos diarios y que para la mayor parte de la sociedad pasan, ordi­nariamente, inadvertidos. Esta reverencia suya ante las mínimas cosas le convierte en un asceta ante lo noticioso o publicitario, por ende, ser elevado hacia una poética, tal vez en parte, monpo­niana o tapiana, pero, únicamen­te, en sus orígenes, porque, ya, su lírica, en una gran proporción trágica, nos muestra un impor­tante sentido analítico-emocional de lo rural extremeño, con las connotaciones culturales que la carga que la historia socioeco­nómica comporta. No es así del todo como yo veo a nuestro paisano Hilario Bravo, porque su lectura necesitaría más horas de reflexión, no obstante, y para terminar, en loor de su desinteresada comercialización, ahí va mi felicitación, con la seguridad de que ya ha entrado en el "diccionario" de los artistas contemporáneos.

El Periódico Extremadura, 15 de enero de 1986­, y
Anaquel, 8 de Febrero de 1986

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