Juan José Narbón
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Pesadilla, 1985
Hilario Bravo
Kakemono 140 x 160 cm |
Hilario Bravo es un asceta, y además de la pintura. Habría que quedarse perplejo que, ante una época tan ecléctica y confusa. Como la nuestra, se pueda descubrir un mundo estético tan inteligente e ingenuo a la vez como el que nos muestra el artista. Los maliciosos podrían inducir a los espectadores a confusiones malintencionadas, argumentando falsa notoriedad provocada a través de expresiones infantiles de orden estético, pero no es así. Prácticamente, éste es el dilema; cuando dándose por aceptado los mínimos conocimientos técnicos, más o menos académicos, el problema es resolver la veracidad artística sobre la intención informativa, en este caso del pintor.
La limpieza, el impacto directo, la pobreza de medios (ésta sí es provocada, o mejor, intencionada), la simplicidad expositiva, la minuciosidad, etc., son sus argumentos materiales con las que Hilario Bravo nos informa de sus ideas sobre su determinada belleza. Para mí está claro que son, indudablemente, estos medios su finalidad, es decir, así como, por costumbre, ha sido norma que los medios materiales hayan servido de vehículo para informar una determinada intención o idea, en el artista, lo citado no son meros ajuares, sino la totalización de su sentido visceral estético. Pero este juicio mío quedaría cojo o incompleto si el lector entendiese, á través de esta apreciación, que lo que quiero decir es que el pintor defiende la teoría de la pintura por la pintura, no es eso; es que además, y después de su intención principal, que es la pintura, sabe rodearse, muy inteligentemente de símbolos y gestos, también sentidos que le recuerdan sus ancestros. Este hecho simbólico entre materialidad e idea dan como resultado una gran compatibilidad plástica eminente.
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Útero, 1986
Hilario Bravo
Kakemono 137 x 88 cm |
Independientemente de lo expresado conviene mencionar otros atributos como es la fabricación, por él mismo, del papel utilizado y empleado como soporte; transformado en idea como relación experimental entre la materia y la intención. Esto es ya una actitud reflexiva ante las grandes posibilidades que nos ofrecen los acontecimientos sencillos diarios y que para la mayor parte de la sociedad pasan, ordinariamente, inadvertidos. Esta reverencia suya ante las mínimas cosas le convierte en un asceta ante lo noticioso o publicitario, por ende, ser elevado hacia una poética, tal vez en parte, monponiana o tapiana, pero, únicamente, en sus orígenes, porque, ya, su lírica, en una gran proporción trágica, nos muestra un importante sentido analítico-emocional de lo rural extremeño, con las connotaciones culturales que la carga que la historia socioeconómica comporta. No es así del todo como yo veo a nuestro paisano Hilario Bravo, porque su lectura necesitaría más horas de reflexión, no obstante, y para terminar, en loor de su desinteresada comercialización, ahí va mi felicitación, con la seguridad de que ya ha entrado en el "diccionario" de los artistas contemporáneos.
El Periódico Extremadura, 15 de enero de 1986, y
Anaquel, 8 de Febrero de 1986
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