CARPETA DE SERIGRAFÍAS DE HILARIO BRAVO
María del Mar Lozano Bartolozzi
Como lirio entre los cardos es mi amada. |
Y ante este texto Hilario Bravo imagina, plasma sus efluvios, nos acerca a ellos de manera frágil, silenciosa e intimista insinuando evocaciones personales con belleza y leves datos, como él mismo diría: con garabatos. No pretende ilustrar, sería equivocado y pretencioso, ni hacer comentarios en un sentido mesiánico. No se trata de entrar en las profundidades del significado del Cantar, de las relaciones de Yahvé y del pueblo de Israel, sino de entonar visualmente la relación del amor y la belleza.
Paloma mía, que anidas en las hendiduras |
Se ha respetado el número siete, seguramente porque le ha gustado la idea de que esa división en siete partes corresponde al hecho de que la duración de las bodas entre los hebreos era de siete días.
Ha elegido la serigrafía, técnica de estampación de origen chino, antigua y de tradición antinaturalista o artificiosa y poética. Que utiliza una pieza de seda para hacer pasar por un tamiz filtrante, la tinta al papel, dejando unos colores planos pero en ocasiones no saturados.
Técnica que es experimentada en un papel que por sí mismo es bello, cálido, de tacto especial, hecho con lino, algodón, rafia y junco, con lo que, según dice el autor: He querido retomar esa gama de flores, aromas y sabores que tiene el texto: mirra, miel...
Por lo tanto hay que recrearse en él, no se puede pasar por alto su textura, el color suave y luminoso de las tintas, la terminación de transparencias gracias al barniz, o la riqueza de efectos refulgentes y sensuales como la purpurina. El marco en gris, más el rosa, oro, negro, de la carpeta con su cinta de raso gris y hasta el añadido de las tarjetas de invitación en rosa es todo un conjunto cromático y de calidades corpóreas, estudiado profundamente por el autor.
En mi lecho, por la noche... |
Con unos elementos figurativos que para Hilario Bravo sirven de referencias a los distintos versos: el lirio, la luna, el cuerpo femenino, el triángulo, todo muy esquemático y primitivo, con un contenido simbólico no demasiado complejo. Al igual que esos artistas sensuales y estéticos como Anton Weber en música o André Gide en prosa poética. Signos, los de Hilario, conceptualmente en diálogo bajo la voluntad del artista.
La esposa, siempre enamorada del esposo, toda hermosa y pura, es acompañada de ese triángulo que, si en la primera serigrafía lo es tal, se convierte en las demás en un claro corazón. Y es que un triángulo con el vértice hacia abajo, además de simbolizar el agua y la fuerza, es sobre todo el equivalente al corazón.
Y también nos encontramos cruces, símbolo que entre otros significados de todos conocidos, establece la relación primaria entre los dos mundos: el terrestre y el celeste, en una conjunción de contrarios en los que enlazan el orden terrenal con el principio espiritual y vertical.
Además hay otros elementos como el rectángulo, la forma más regular y segura y símbolo del propio lecho amoroso. O los puntos luminosos que nos evocan la idea de cómo el amado viene rodeado de una nube de aromas.
André Gide describe sus sensaciones en la Villa Borghese diciendo:
En esa fuente cada gota, cada rayo, cada ser se moría con voluptuosidad.
¡Voluptuosidad! Quisiera repetir sin cesar esta palabra, quisiera que fuese sinónima de bienestar, y hasta que bastara con decir estar, simplemente.
¡Ah! que Dios no haya creado el mundo sólo para eso es lo que no se llega a comprender sino diciéndose, etcétera.
Era un lugar de frescor exquisito, en el que el encanto de dormir era tan grande que hasta entonces parecía desconocido.
Y allí esperaban alimentos deliciosos a que tuviésemos hambre de ellos.
Pero ¿Será capaz de hechizarnos a nosotros? Seguramente, sí, al leer con él los Cantos y mirar sus comentarios plásticos, dejando que un ambiente de fragancia oriental nos envuelva, embriagados y deseando subir como el esposo al monte de los bálsamos. Huyendo con el arte del poeta y del pintor que nos permiten olvidar el grito enloquecido de la humanidad de fin de siglo, y sumergirnos en un susurro de tórtolas y de gacelas, en las refulgencias de oros y platas, en el idilio de los conjuros amorosos como sentimiento de belleza y marginación de lo prosaico o vulgar.
La Institución "El Brocense" ha tenido el acierto de confiar en el entusiasmo de Hilario Bravo, en su lectura del Cantar de los Cantares, de apostar por él. Esto es muy bueno, porque ha acogido algo que ha surgido de la mente y del corazón del propio autor, sin consideraciones previas ni temas ni encargos. Enhorabuena y que se repita.
Texto de la presentación pública realizada en la sala de arte "El Brocense". Cáceres, mayo de 1990.
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